Antes de nada...

Este es un blog en el que se publica una historia, cada entrada la continúa empezando desde la más antigua, la parte uno.
NO es el fenómeno literario de la década, tan solo una historia aun sin acabar, con muchas cosas que corregir, muchos detalles que añadir y sin ni siquiera un título...es un conjunto de "hojas en sucio", un borrador.
Dicho esto únicamente espero que lo disfrutéis y por supuesto critiquéis.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Capítulo 5.


CINCO
EL ENCIERRO
A la mañana siguiente, no eran ni las ocho cuando mi madre me despertó de golpe, y vi su pelo rubio moverse de un lado a otro.
-Vamos cariño, tienes el pie muy hinchado, te llevaré al hospital –dijo sacando unos vaqueros de mi armario-
Me levanté sin decir nada, tenía el pie como una pelota, parecía mentira que por un simple tropiezo se me torciera de tal manera.
Mi padre insistió en llevarme él, mi madre llevaba toda la noche allí, así que me subió en su 4x4 y salimos en dirección al hospital.
Una vez allí pasamos casi tres cuartos de hora esperando hasta que nos hicieron pasar a la consulta de un médico y me tumbaron sobre una camilla que había allí. Me quedé observando al médico todo el rato, tenía el pelo negro peinado hacia atrás y unos enormes ojos azules resaltando sobre su piel clara. Era alto y delgado, resumidamente era guapísimo. En la chapita de su bata ponía que se llamaba Wisk.
-¿Cuál es tu nombre? –me preguntó mostrándome una sonrisa amable-
-Clair.
-Bien Clair ¿cómo te ocurrió lo del pie? 
-Tan solo me tropecé y me torcí el tobillo –dije observando como el médico se colocaba unas gafas de pasta negra cuadradas al estilo Buddy Holly y se disponía a observarme el pie-
-Debiste venir en el primer momento… -murmuró-
Después de que me observara, me llevó a hacer una radiografía y concluyó en que tenía una fractura.
Me pusieron una escayola y me dejaron sentada en la camilla mientras el médico hablaba con mi padre.
Minutos después vino una enfermera y me llevó en silla de ruedas hasta el parking del hospital, seguida por mi padre que llevaba unas muletas grises en la mano.
No podía creerlo, tres semanas sin poder moverme y dependiendo de unas muletas. Mi padre intentó animarme de camino a casa pero desde luego nada me animaría, ¿qué iba a hacer tres semanas metida en casa?
Al llegar, mi padre me llevo en brazos hasta la cama, estaba muy cansada y me quedé dormida. 
Dormí hasta las cuatro y media de la tarde, mi madre apareció sonriente levando una bandeja con un plato de espaguetis y una coca cola. Estaba hambrienta así que me incorporé procurando no mover demasiado el pie y mi madre puso la bandeja en la mesita supletoria frente a mí.
Almorcé y me levanté de inmediato, no aguantaba más ahí tumbada. Cogí las muletas, me fui al salón directa al piano donde estuve casi toda la tarde tocando, todo lo que me sabía y lo que no me sabía, incluso improvisando un poco comencé a componer, saqué una melodía que se repetía en mi cabeza pero la dejé correr como tantas melodías que sacaba sin quererlo. 
Aquella noche me acosté temprano, el aburrimiento podía conmigo. Aun no entró la madrugada cuando sentí un leve zarandeo mientras dormía, abrí los ojos y alcé las cejas incrédula al ver el rostro curioso de Anouk justo frente a mí.
-¿Qué haces aquí? –le pregunté adormecida, aun sin cambiar de postura-
-He venido a verte, te has dejado la ventana abierta –me dijo, inclinado junto a mi cama-
-Tengo que dejar de tropezar dos veces con la misma piedra –dije irónica-
No quería que me viese con esas pintas, estaba ojerosa, despeinada y con cara de dormida… esas pintas que tienes cuando pasas un día sin hacer nada en tu casa. Realmente, me daba vergüenza. Pero al fin y al cabo, la confianza da asco.
Me incorporé un poco y le sonreí levemente.
-¿Cómo estás del pie? –añadió-
-Bueno… tengo que estar tres semanas con esto –dije, señalando despectiva la escayola-
-No te preocupes Clair, no es nada, ya verás lo pronto que pasa –dijo él, sentándose en un lado de mi cama-
Negué con la cabeza y seguidamente amplié mi sonrisa, no quería pegarle mi pesimismo en ese momento. Me eché a un lado y, pecando de nuevo de confiada,  le hice un gesto para que se tendiera a mi lado. En ese instante en el que Anouk se metió en mi cama, perdieron credibilidad todas las cosas referidas a los hombres que había oído durante mi vida… o quizás era el caso de Anouk el que se salvaba de la regla, o a lo mejor él era de los pocos hombres de verdad.
De repente, estando él tumbado junto a mí sacó de un pliegue de su taparrabos un papel doblado por la mitad. Lo abrió y lo miró fijamente.
-¿Qué es? –le pregunté curiosa-
-Una obra de arte –dijo dejando escapar esa sonrisa ladeada suya, poco habitual-
Le arrebaté el papel de las manos, era mi dibujo, el dibujo que hice el día que le conocí. Estaba muerta de vergüenza, mis mejillas comenzaron a teñirse de un tono rosado bastante delatador.
-¿De dónde lo has cogido? –balbuceé-
-Estaba en el suelo –dijo-
Debí pensarlo, de tanto mover el diario debió caerse de entre las hojas de éste.
-Verás Anouk, no es…
-Es perfecto –me interrumpió- Pintas de maravilla, ni que me viera en un espejo.
A la vista de que Anouk se fijaba más en mis dotes artísticas que en el hecho de que le hubiera retratado, decidí no darle importancia y limitarme a darle las gracias.
Puse el dibujo sobre mi mesita de noche y me pegué a Anouk de forma casi inconsciente, ese chico siempre tenía la piel muy caliente. Éste me rodeó con el brazo, su otra mano la enredó con la mía bajo las sábanas y así pasamos horas, hablando de todo una vez más, el escuchando mis tonterías echados en la cama, con una brisa fresca entrando por la ventana.
Ambos quisimos evitar el tema del día anterior, no merecía la pena, estaba más que olvidado y saltaba a la vista. No podía haber ni un atisbo de pudor en él si se había aparecido en mi habitación de madrugada y estaba tendido conmigo en mi cama. No le di demasiadas vueltas, estaba tan a gusto en aquel momento que nada podía pinchar mi burbuja. 
Anouk comenzó a contarme un cuento, una leyenda muy antigua. La serpiente arco iris. Él siempre llevándome más allá, cómo no.
Fue esa noche cuando de verdad le sentí cerca, conmigo. Parecía que el roce con su piel, el compás con su respiración y su voz grave habían estado ahí siempre a mi lado.
Desperté a la mañana siguiente, Anouk estaba dormido a mi lado y mi cabeza descansaba sobre su pecho. Miré el reloj aterrorizada pensando en que mis padres podían aparecer en cualquier momento, pero eran las diez de la mañana y mis padres habían salido a trabajar así que me relajé y cerré los ojos, aún estaba cansada y no quería levantar. Entonces Anouk abrió los ojos e hizo amago de incorporarse.
-¿Qué hora es? –preguntó con voz ronca-
-Las diez, anoche nos quedamos dormidos –dije sin moverme con un hilo de voz-
-Vaya, debo irme, tengo muchas cosas que hacer y me estarán buscando –dijo, levantándose de la cama-
Asentí, menuda estampa la nuestra, quien viera aquello podía pensar de todo y nada bueno. Francamente no me importaba, él estaba a gusto y yo también, le quería, era el mejor amigo que había tenido nunca.
Despedí a Anouk en la puerta y me fui dando muletazos hasta el sofá del salón, cogí mi guitarra que estaba junto al sofá y estuve un rato tocando y cantando canciones de los Beatles. Me moría de aburrimiento.

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