OCHO
DECISIÓN
El año transcurrió rápido, el verano, el mejor de mi vida, que lo
pasé con Anouk claro, y muchas veces con los otros jóvenes de la tribu.
Miles de excursiones, me enseñaron cosas en las que nunca había pensado
o simplemente no conocía, pequeñas fiestas, películas que ellos nunca habían
visto. Mi mente se abría, cada día veía las cosas de forma distinta y aprendía
a comportarme diferente conforme pasaba el tiempo… más natural, más salvaje y,
según yo misma deseaba, más aborigen.
También días sola con Anouk… menos él todos eran ya como mis
hermanos después de que poco a poco se estrechara la relación. Anouk
era más que un hermano, era ya casi como parte de mi misma... era un vínculo
natural inexplicable, un lazo invisible entre nuestros cuerpos. Nada podía
estropear aquello.
También transcurrió un bonito otoño, breve y muy tranquilo que fue
seguido por un invierno que se hizo bastante largo, yo seguía siendo aquella
chica rara en el colegio pero ahora no importaba, estaba feliz, a pesar sobre
todo de la dificultad de los examenes y el curso. Y así día tras día, mes tras
mes, transcurrieron dos años. Cortos pero intensos, como se suele decir. Con
baches y contratiempos, pero muy felices, sorprendentemente felices.
Ya tenía dieciocho años, nada parecía haber cambiado desde que
solo tenía quince. Unos cuantos centímetros más alta, más recuerdos almacenados
y un poco más veterana después de haber dejado atrás mi adolescencia.
Era agosto, en absoluto un agosto tan feliz como los dos
anteriores. Me había llegado la respuesta a una carta que envié solicitando una
beca para estudiar la carrera en el extranjero. Me la habían concedido,
estudiaría biología en Italia ese mismo año.
No sabía qué sentir, era bueno para mí eso de la beca, pero dejaba
tanto atrás… Cinco años, cinco largos años fuera, además muy pero que muy lejos
de casa.
Alargué la espera antes de darle la noticia a Anouk y a los
chicos. Esa misma tarde salí con él a pasear.
Acabamos jugando como críos, hicimos carreras con los caballos en
las que Anouk ganó siempre, excepto un par que me dejó ganar a mí. Me reí
muchísimo aquella tarde, tantas carcajadas de las que salen de lo más profundo
de la garganta, naturales. Anouk también rió conmigo y fue su sonrisa la que me
hizo sentir culpable, su risa era un nudo en mi estómago que no dejaba de
recordarme la realidad. Aquello iba a terminar. A veces las cosas parecen para
siempre pero nunca es así, nada es para siempre.
Cuando caía ya la tarde estábamos en aquel trocito de cielo al que
Anouk me llevaba a ver luciérnagas y ya nos disponíamos a irnos. Al atravesar
en caballo el claro donde nos conocimos me detuve en seco y me bajé del
caballo.
-¿Qué haces? ¿Ocurre
algo? –quiso saber Anouk-
-No nada, sólo
que... anda, ¿querrías bajar aquí conmigo?
-Claro, ¿va todo
bien? –dijo bajándose del caballo y acercándose a mi lado-
-Sí, sólo quiero que
nos sentemos un rato. Como el primer día ¿recuerdas? Aún recuerdo lo mal que
hablabas –dije entre risas, con aires de nostalgia-
-Siempre salgo tan
favorecido en tus recuerdos –añadió irónico-
-Ja. No vamos, hablo
en serio. Ha pasado mucho tiempo y temo olvidarlo...es bonito, fíjate en
nosotros ahora –dije sentándome en el césped-
-No lo olvidarás
porque yo estaré aquí para recordártelo. Somos dos personas con suerte, nos
encontramos aquí mismo y tiempo después seguimos estando en el mismo lugar,
juntos. –añadió tumbándose boca arriba sobre el césped-
-¿Cómo sabes que no
terminará Anouk? –me recosté sobre mi antebrazo, mirándole- ¿Y si tenemos que
separarnos? ¿Y si esto termina?
-No será así Clair,
no iba a dejarte ir. No sé por qué te preocupas tanto, tranquila. Ahora estamos
aquí, no sabemos qué ocurrirá mañana... así que disfrutemos hoy –dijo él
girando la cabeza hacia mí-
-Tienes razón, ya
está, no le demos vueltas –concluí tumbándome boca arriba mirando al cielo, ya
estrellado-
-Tú no te preocupes,
al fin y al cabo las cosas avanzan solas.
-Quiero que sepas
algo Anouk –dije sin apartar la vista del cielo, dispuesta a decirle aquello
que sentía por muy absurdo que sonase-
-Te escucho.
-Eres Peter Pan,
¿recuerdas a Peter Pan?. Quiero darte las gracias por haberlo sido todo este
tiempo.
-No sé qué decir a
eso, ojalá pudiera ser niño para siempre ¿no?... tú para mí has sido eso y más,
pero bueno ya lo sabes... eres como Wendy, pero tú te has quedado en Nunca
Jamás conmigo... ella se fue –dijo él, torciendo el labio en una sonrisa-
-Tienes razón y... sólo
era eso –dije riendo- nunca te doy las gracias.
Anouk me rodeó con los
brazos y yo me pegué a él como un animal
asustado, esperando que el nudo de mi estómago desapareciera. Y allí nos
quedamos observando las estrellas, en ese silencio que tanto nos gustaba y en
el que nos lo decíamos todo sin articular palabra.
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