NUEVE
LA
NOTICIA
Había llegado el día, el día en el que iba a darles la noticia a
todos y me dolía, no me sentía capaz, sobretodo por Anouk.
Aquella tarde estaba en mi cabaña con algunas cosas de merienda
esperando la llegada de los chicos, ya que el día antes había quedado con ellos
allí.
Un rato después llegaron, tan animados como siempre. Anouk se
dirigió a mí y me besó en la frente como siempre hacía antes de revolverme el
pelo con gesto divertido.
-¿Qué es eso tan
importante que tenías que contarnos? –dijo Lucy, mientras todos se sentaban en
el suelo-
-Bien… sólo quiero
que no os lo toméis mal, que me entendáis… -balbuceé, seguida de Anouk
traduciendo-
- No nos asustes
Clair –añadió Martha en boca de Anouk de nuevo-
- A ver yo… -musité
observando la expresión preocupada de Anouk, que me observaba con fijeza- Me
han concedido una beca, la carrera que quiero estudiar en la universidad de
Italia con todos los gastos pagados. Es una gran oportunidad para mí y… son
cinco años.
Todos me observaban sin parpadear, Anouk no había traducido pero
no parecía hacer falta. Yo apenas podía contener las lágrimas al ver sus caras.
Retiré mi larga melena de los hombros recogiéndomela en una cola baja, me
estaba agobiando el pelo en ése momento.
Nadie articuló palabra, Lucy se echó las manos a la cara y Jack le
puso la mano en el hombro. No sabía qué más decir.
-¿Cuándo? –preguntó
Senga, pude entenderla-
-En una semana
–murmuré-
En ése preciso instante, Anouk se levantó de golpe y se fue de la
cabaña con paso firme sin decir nada, escuchamos su caballo alejarse solo
segundos después. Me levanté y corrí a la puerta.
-¡Anouk! –grité
echándome las manos a la cabeza-
Todos salieron a mi encuentro y se pusieron junto a mí, con lo que
parecía intención de consolarme. Lo agradecí, pensé que se enfadarían.
-Tranquila, eso es
algo muy bueno para ti, nos duele que tengas que irte pero no te tortures,
pasará volando y tu vida tiene que continuar en un camino que es distinto al
nuestro, sabías que llegaría un momento así –me susurró Lucy de parte de Martha,
que ponía sus manos en mis hombros-
-Martha esto es algo
nuevo para mí... no quería asumir que un momento así llegaría –murmuré negando
con la cabeza- no quiero dejaros, no quiero dejar a Anouk y menos que algo
cambie entre nosotros, se ha enfadado… -dije con dificultad y los ojos
inundados en lágrimas. Daku intervino en boca de Lucy.
-Lo entenderá, tiene
que hacerlo. Él pensaba que esto duraría para siempre, pero no estamos en un
cuento y nuestras vidas son muy distintas. Aunque cueste, tendremos que superar
esta fase para encontrarnos con toda la alegría del mundo cuando nos volvamos a
ver.
Daku tenía toda la razón, en ese momento solo quería que Anouk
volviera y me abrazara, no quería defraudarle, y apartándome de él, lo estaba
haciendo.
Aquella tarde transcurrió con conversaciones sobre planes que
haríamos, antes y después de mi partida. Pronto todos se marcharon y le pedí a
Lucy que hablara con su hermano, necesitaba hablar con el y su hermana seguro
que le convencía.
Nunca pensé que llegaría un momento así, en el que me sintiera tan
asustada.
¿Y si no encajaba? ¿Y si saliera mal? ¿Y si no volviera a ver a
los chicos? Y lo peor… ¿y si Anouk no me perdonaba?.
Demasiada presión, yo estaba acostumbrada a una vida muy
tranquila, y ahora…
Esa noche me acosté lo más pronto que pude. Tendida boca arriba en
mi cama muerta de calor sin apenas ropa sólo podía pensar en Anouk, le había
dolido… estaba dolido por mi culpa. Me fue imposible contener las lágrimas, que
resbalaron por mi rostro, mojando la almohada y haciendo que me hirvieran las
mejillas. Suspiré y cerré los ojos.
No tardé en quedarme dormida.
A la mañana siguiente me levanté con los ojos pegados de las
lágrimas de la noche anterior, y comenzó un día más de los siete que me quedaban
allí.
No vi a Anouk al día siguiente, ni al otro… estuve con los chicos
eso sí, pero Anouk no vino ni un solo día y ninguno de ellos me quería decir el
por qué. Los días que deberían haber sido los más felices y en los que tenía
que disfrutar mis últimos momentos allí, se habían convertido en apáticos,
tenía la mente y el corazón en otra parte… ni yo misma había asumido mi marcha
y menos que Anouk estuviera enfadado y que estaba pasando mis últimos días sin
él. Por supuesto había sido mi culpa... tardé mucho en decírselo, se lo había
ocultado y no contenta con eso le incité a filosofar conmigo sobre si lo
nuestro acabara.
Ya llegó la gran noche, la noche antes de irme. No podía dormir,
para variar. Mis maletas estaban junto a la puerta, yo estaba en la cama recién
duchada con el pelo aún húmedo sobre la almohada, pensando. Llamé a Baguira,
para que durmiera conmigo, para abrazarlo todo lo posible aunque con lo grande
que estaba ya casi no cabíamos en la cama los dos, pero bueno, se acostó a mi
lado y acaricié su largo pelo negro, abrazándole con fuerza.
Comenzaron a resbalar lágrimas por mis mejillas, como cada noche
desde que no veía a Anouk. Nunca había llorado tanto en tan poco tiempo,
tampoco había tenido motivo…
Pasaron horas y aún no
conseguía pegar ojo, a ratos lloraba sin sentido, sentía el corazón en la
garganta latiendo cada vez con más fuerza, como si fuera a salir. Me levanté,
rebusqué en mis cajones y cogí el dibujo de Anouk, aquel que hice el día que le
conocí y me volví a acostar con él en la mano. Finalmente en pocos minutos, me
quedé por fin dormida.
A la mañana siguiente abrí los ojos al sentir un leve zarandeo, mi
madre vino a despertarme con media sonrisa mientras mi padre bajaba las
maletas.
Me levanté, me puse una camiseta de tirantas blanca y una camisa
roja a cuadros desaliñada encima con unos vaqueros, me colgué la guitarra a la
espalda y bajé a la entrada, donde mis padres me esperaban para subirnos en el
coche. Eran las siete y media y el avión salía a las diez así que mi padre
salió y metió las maletas en el coche.
Fui a la cuadra a despedirme de Nala, me abracé a su cuello
acariciándola, susurrándole… cuánto la iba a echar de menos. Salí y llamé a
Baguira con unas palmadas en las rodillas, que se abalanzó sobre mí teniendo ya
casi mi misma altura. Le comí a besos, le quería tanto. Cuando me disponía a
subirme al coche, mi padre me avisó de que un caballo se estaba acercando y se
me encogió el pecho. Era él.
Mis ojos se pusieron llorosos al segundo, no quería llorar de
nuevo... pero la situación era tan frustrante.
-Te damos unos
minutos cielo, no más ¿de acuerdo? –dijo mi madre con fingida indiferencia,
antes de meterse con mi padre en el coche-.
Me retiré de al lado del coche dirigiéndome a Anouk con paso
firme, aunque casi corriendo. Él se bajó se su caballo de un salto, como
siempre venía tan solo con un taparrabos de piel raído, el pelo revuelto y
descalzo... Justo cuando fui a decirle algo me rodeó con los brazos, casi
aplastándome contra él. Rompí a llorar en su pecho y le di un leve puñetazo en él
de pura rabia, no sabía hasta qué punto le había echado en falta.
Él me separó de su pecho cogiéndome con fuerza de los brazos, sus
ojos estaban rojos e inundados y sus labios tensos. Algo dentro de mí me
detenía para que no hablara, o quizás algo dentro de él... que tampoco habló,
no iba a hacerlo, estaba segura. Por un segundo, tuve miedo de Anouk.
En silencio, no hacía falta decir nada. Las lágrimas no dejaban de caer en mi rostro, no lo podía evitar, pero entonces Anouk me acercó a él de un modo que la sensación de miedo desapareció, pegó su cara a la mía y secó mis lágrimas con sus labios, deslizándolos lentamente sobre mis mejillas. Sentía su respiración en mi piel y mi corazón comenzó a agitarse. Cerré los ojos. Él tomó mi cara entre sus manos, uniendo sus cálidos labios con los míos, me dio un beso suave y se pegó más a mí. Ambos respirábamos con fuerza y Anouk volvió a besarme, ésta vez con más intensidad. Le rodeé con los brazos, correspondiendo a su beso que poco a poco se hacía más agresivo, más fuerte. Un beso que ardía de rabia y se derretía de amor, ese beso que nos partiría el corazón a ambos, pero que no quería romper. Quería que durara para siempre, ese beso dulce que sabía a amor y que me haría recordar que mi verdadero hogar siempre estaría allí.
-Vete Clair, adiós –dijo Anouk, con la voz más grave que jamás había oído-
No hay comentarios:
Publicar un comentario